Con un poco de retraso coloco este fabuloso artículo que ha escrito mi amigo Ricardo Torres. Algunos de ustedes lo conocen, ya que como yo, Ricardo viene del barrio «El Paseo» en Bogotá. Espero que disfruten del artículo que encuentro no tiene pierde.
Diciembre 16 de 2010.
Hoy hace dos años, Edwin Legarda, esposo de la ex-consejera Mayor del CRIC (Consejo Regional Indígena del Cauca) Aida Quilcué fué asesinado por miembros del Ejército Colombiano en Totoró, Cauca. En un extraño «error militar» los soldados dispararon más de cien veces contra la camioneta en la que a esa hora varios consejeros del CRIC, entre ellos Aida, deberían haber pasado por el lugar.
El hecho ocurrió dos días después de que Aida Quilcué regresara de Ginebra, Suiza, donde había sido invitada a exponer la situación de derechos humanos en Colombia ante las naciones Unidas; y dos meses después de que enfrentara en debate público en el resguardo de La María Piendamó al entonces presidente de la República Alvaro Uribe Vélez, reclamando por los acuerdos incumplidos y los abusos de autoridad de la fuerza pública contra la población Indígena.
Aunque supuestamente se trataba de un retén militar que la camioneta habría ignorado, en el inventario del armamento de los soldados sobraban dos fusiles, lo que hace suponer que la intención era hacer pasar a los ocupantes de la camioneta como guerrilleros muertos en combate, técnica que en Colombia se conoce con el nombre de «Falso positivo». Probablemente si Edwin no hubiera logrado conducir por tres kilómetros más antes de morir, otro habría sido el desenlace de esta historia.
Gracias a la oportuna actuación de la Guardia Indígena, que rápidamente rodeó al grupo de soldados que cometió el crimen, fué posible recaudar las pruebas que permitieron condenar a seis de los soldados acusados a 40 años de prisión por homicidio en persona protegida.
Lamentablemente, no se investigó sobre la autoría intelectual ni sobre la responsabilidad de quienes ordenaron esta acción militar.
Si este hecho hubiera sido presentado ante la opinión pública como una acción de combate, se habría conseguido desprestigiar a la Minga Indígena de Resistencia, y a todos sus líderes. Las comunidades indígenas colombianas continúan resistiendo a las presiones y los enfrentamientos entre grupos armados ilegales y estatales.